El cloro es un elemento químico de número atómico 17 y masa atómica 35,45. Está situado en el grupo de los halógenos (grupo VIIA) de la tabla periódica de los elementos. Su símbolo es Cl.
Es un elemento muy abundante en la naturaleza y se trata de un elemento químico esencial para muchas formas de vida. En estado puro, el cloro es un gas de color amarillo verdoso que resulta venenoso para el ser humano. Sin embargo, en la naturaleza suele encontrarse en compuestos químicos formando parte de cloruros, especialmente en forma de cloruro de sodio (sal común o sal de mesa, NaCl), cloritos y cloratos, en las minas de sal y disuelto en el agua de mar. Estos compuestos químicos son, al contrario que el cloro gaseoso, indispensables para la vida.
Su principal actividad es mantener el equilibrio apropiado de los líquidos corporales, interviniendo en el equilibrio ácido básico y el mantenimiento de la osmolaridad en los tejidos, también interviene en la activación de algunas enzimas y en la producción de ácido clorhídrico (HCl) en el estómago, parte esencial de los jugos digestivos y necesarios para la digestión de las proteínas. De esta forma, el cloro consigue paliar anomalías estomacales como la indigestión, las flatulencias o problemas hepáticos como la insuficiencia hepática o la cirrosis.
Interviene en el equilibrio hidroeléctrico, ayuda al hígado a eliminar toxinas aumentando el flujo de jugos, por lo que ayuda a la limpieza del hígado de sustancias toxicas. También participa en la activación y regulación de la función muscular (permitiendo que se contraigan) y de las articulaciones, ayudando a mantener los ligamentos en buen estado. Un déficit de cloro puede manifestarse en forma de anomalías en las articulaciones.
Junto con el sodio (Na) forma el cloruro sódico (NaCl) o sal común. La mayor parte del cloro que ingerimos, proviene de la sal de condimentación, ya que los alimentos contienen muy poca sal. Aunque también lo podemos encontrarlo en alimentos como las aceitunas, las algas, la coliflor, el trigo integral y los berros, así como en el agua del grifo. El cloro del agua del grifo no solamente consigue higienizar el agua, también juega un papel importante en la prevención de las caries.
En el organismo humano aparece en cantidades muy bajas y se almacena en algunos tejidos de la piel y los huesos. Es necesario aportarlo a través de la dieta, recomendándose una ingesta diaria de unos 1,7 a 5 gramos por día en adultos sanos. Una dieta variada, por lo general, nos debe proporcional el cloro necesario.
Los ingresos y pérdidas de cloro son similares a los del sodio. El cloro se absorbe por difusión, se transporta de forma libre (Cl-) y se elimina por orina y sudor principalmente, aunque también algo por las heces.
Cuando el cloro es deficitario, se suele producir un desequilibrio entre el sodio y el potasio, que puede originar problemas de retención de líquidos o anomalías en la tensión arterial. Otros síntomas de falta de cloro puede ser; la caída excesiva de pelo, problemas en las articulaciones, problemas digestivos o musculares, caries, problemas en el hígado, alteraciones electrolíticas, etc.
Existen distintas situaciones en las que se puede dar déficit de cloro, por ejemplo cuando se consumen diuréticos (sustancias que aumentan la producción de orina), cuando padecemos diarreas o vómitos o al hacer demasiado ejercicio físico.